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Cuerpo-rechazo-complacencia en la psicosis

Hay una indicación clínica que J.-A. Miller nos acerca en su texto “Los embrollos del cuerpo”,[i] al mencionar los casos que “…toman el cuerpo como un real, como si no se dejara dominar, lo que constituye una vecindad entre los casos de psicosis y de histeria. La expresión de Lacan que se discute en ciertos textos, el rechazo del cuerpo, expresa la impotencia del significante para dominarlo. El cuerpo imaginario puede también aparecer como un real: la imagen desecha del cuerpo, la fragmentación imaginaria vale tanto como un real en la medida en que resiste al significante”.[ii]

Plantea considerar el estatuto del S1 que comanda o no el cuerpo, para establecer no sólo la vía del rechazo, sino también la de cierta docilidad al significante que muchas veces se presenta bajo la emergencia de un fenómeno del cuerpo como respuesta en lo real a falta de una inscripción simbólica.

Dice: “…es demasiado vago decir que el cuerpo escapa a lo simbólico puesto que, desde otra perspectiva, hay una complacencia delirante”.[iii]

Complacencia delirante donde, a diferencia de la complacencia somática propia de la histeria -cuya posición de la belle indifference expresa otras modalidades de rechazo en el cuerpo, allí donde síntoma y fantasma juegan su partida- el peso de las palabras sobre el cuerpo se inscribe a nivel de un fenómeno que “se repite en un presente sin pasado ni futuro”.[iv]

Así, cuando estábamos acostumbrados a hacer la división entre complacencia somática con Freud y rechazo del cuerpo con Lacan, J.-A. Miller nos invita a considerar también la complacencia del lado de los fenómenos del cuerpo que se producen en la psicosis, para detenernos en cierta vecindad entre los fenómenos del cuerpo en la histeria y en la psicosis.

Sin estar advertidos de esta sutileza, estos signos podrían pasar desapercibidos. Será bajo transferencia, que tendremos que estar muy atentos a la interpretación que puede hacer el sujeto en relación a lo que le pasa en su cuerpo.

Ese fue el caso de un hombre que, de un pequeño ruido indefinido pero doloroso que en su infancia parasitaba su oreja, pasó en otras circunstancias singulares de su vida a la imputación persecutoria atribuida a un pariente que lo llamó “inválido”. Añadamos que, en un momento fecundo y para limitar un goce excesivo que lo llevó a un comportamiento exhibicionista, la solución encontrada fue cortarse un dedo.

Se ve cómo el deslizamiento podría hacerse hacia una causalidad punitiva, allí donde se trata de una solución delirante.

Cuerpo-rechazo-complacencia en la psicosis, una vía abierta a la investigación.

[i] J.- A. Miller, Embrollos del cuerpo, Instituto Clínico de Buenos Aires, Paidós, Buenos Aires, 2012

[ii]. Ibid. p. 98

[iii] Ibid. p. 112

[iv] Ibid. p. 18