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Detrás de la norma

Nada me interesó menos que encajar en la norma.
Todo lo contrario.
Había que escapar de ella.
Si algo verdaderamente me acercó al análisis fue justamente ir a la búsqueda de lo más singular. Así lo nombraba: “quiero ser una mujer diferente con el sello de lo original”.
Pueden imaginarse entonces lo que vibró en mi cuerpo la frase pronunciada por mi primer profesor de psicoanálisis en la facultad: “La mujer no existe”.
Entonces supe: hay que inventarla.
¿De qué me quería curar yo?
No había síntoma, no había inhibición, no había angustia.
La pregunta por lo femenino fue lo más real.
Lo que me desvelaba, lo que me llevaba de las narices a mirar, curiosear, en una, en otra y otra más… y las identificaciones no alcanzaban…
Algo que sí sabía era que no quería encajar en ninguna norma, luciendo cierta irreverencia que tomé prestada de Tatum O´Neal en “Luna de papel”.
Para mi padre la familia era incompatible con su deseo que era el teatro. Para mi madre, la maternidad fue el pasaporte al desamor del hombre. Actuar sin parar y trabajar para hacerme amar fueron las maneras con las que mi neurosis intentó reparar lo que la pareja parental filtraba de su dolor y desencuentro.
Y de esto sufría yo.
Al acercarnos al próximo Congreso voy a evocar un fragmento de mi análisis que tuvo como escenario el Congreso AMP-2010, el último en el que me encontraba como analizante.
En mi fantasma de reparar al Otro, animarlo, despertarlo estaba en juego la demanda del Otro permanente.
En el medio de ese Congreso en París, se acercaba el intervalo donde me anticipo a no dejarme arrastrar por lo que para mi eran las mil invitaciones que tendría para almorzar con los colegas. Me sustraigo de los otros, esquivo miradas, me voy inventando excusas: “No puedo tengo reunión de…”, o “me encuentro a comer con…”, “me está esperando tal…” en un abrir y cerrar de ojos me encuentro totalmente sola en el palacio del Congreso subiendo y bajando por escaleras mecánicas sin nadie a la vista. Sin nadie que me invite a ningún barcito, sin medio colega que se haya percatado de mi presencia. Sola, recontra sola y totalmente perdida en ese edificio gigante del que quería salir y ni siquiera encontraba la salida.
Esa tarde tenía sesión y le cuento este episodio totalmente angustiada.
Recibo mi propio mensaje en forma invertida del lado del analista: “Todos quieren con usted”. “Es mi delirio”, respondo. “Su pequeño delirio”, puntualizó.