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Los muros de Sainte-Anne

1

En 1936 Henry Ey invita al joven artista Frédéric Delanglade a que realizara un mural para tapar las pintadas que los internos habían ido realizando sobre las paredes de la sala de espera del Hospital Sainte-Anne.

Delanglade, pintó un gran fresco en tonos azules titulado El árbol con manos de 10 metros de largo y casi 5 metros de alto, plagado de analogías freudianas.

Cuatro años después, las tropas alemanas que acantonaron en Sainte-Anne consideraron el mural arte degenerado ordenando pintarlo todo de blanco.

Después de la liberación de Paris, un grupo de surrealistas decidieron pintar un mural colectivo, sin una idea preconcebida. A la manera de los cadáveres exquisitos.

Frédéric Delanglade, que había pintado el primer mural borrado por los nazis,  pintó en esta ocasión -en el cuerpo central del gran fresco-, la imagen de un hombre volando con el cuerpo enladrillado. Un cuerpo-muro en la gran sala de espera de Sainte-Anne.

 

2

Entre noviembre de 1971 y enero de 1972, Lacan pronuncia una serie de charlas  bajo el título El saber del psicoanalista. Sus destinatarios eran los residentes de psiquiatría. El lugar: la capilla del hospital Sainte-Anne

“¿Cómo saber a quién hablo? -dice Lacan. Le hablo a la capilla, es decir a las paredes. Hablo a los muros…”

“Deberíamos salir todos si usted quiere hablarle a los muros” (le increpa alguien). A lo que Lacan (percatándose que en alguien algo desazonó) responde: “Los muros, están hechos para rodear un vacío (…) lo que los muros me devuelven es mi propia voz predicando en el desierto. Me esfuerzo (continúa Lacan) para que el acceso al sentido [de lo que digo] no sea demasiado cómodo”.

3

Leyendo una nota al pie del texto Hablo a las paredes -donde se recogen esas charlas en Sainte Anne- editado por Paidós, me encuentro con el neologismo “palabra-valija”.

Esa definición salió de Alicia a través del espejo de Lewis Carrol:

Alicia vio que el huevo tenía ojos, nariz, boca… y cuando estuvo más cerca vio claramente que se trataba de Humpty Dumpty en persona.

Estaba sentado a la turca, con las piernas cruzadas sobre lo alto de un muro.

“Cuando yo empleo una palabra (dijo Humpty Dumpty) esa palabra significa exactamente lo que yo quiero que signifique. Ni más ni menos”

Es decir: en el muro, el sentido se decide.

 

4

Los literatos, al igual que Lacan encuentran que las palabras jugaban un rol que no se limita a la comunicación.

Pero se distancian en un punto, mientras que la literatura da cuenta de un horizonte estético, Lacan apunta un poco más lejos.

Cuando leemos a Lacan “predicando solo en el desierto” uno allí puede captar que el uso que hace de las palabras, pasa por llevarnos y ubicarnos contra el muro del lenguaje.

Lacan desmonta las convenciones de lo audible y de lo legible para hacer notar la dimensión de lo real.

Es la forma que tiene de ofrecer a sus lectores-oyentes una experiencia en la que no nos queda más que poner de nuestra parte para avanzar por esa pared, donde la resonancia le disputa el trono al sentido.