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La arquitectura de cristal

Paul Scheerbart (1863-1915) fue el undécimo y último hijo de Carl Eduard y Friederike. A la edad de cuatro años murió su madre, su padre con diez, y con quince ya no tenía hermanos. A los veintidós se fue a vivir a Berlín para ganarse la vida como periodista. No dejó de escribir hasta su muerte: ensayos, artículos, teatro, poesía, relatos utópicos y novelas futuristas.

Gran parte de su escritura versa sobre la arquitectura, pero está también construida con una arquitectura singular. En ella el énfasis está puesto en algunas palabras de significación que remiten a sí mismas. En La arquitectura de cristal[i] el cristal es ese material transparente, perfecto, que funciona como una membrana para mirar y ser mirado a través de él, en sucesivas capas que se superponen en el cosmos. Una nueva cultura emergerá cuando a los espacios que habitamos les hayamos sustraído su carácter cerrado, y la luz del sol, la luna y las estrellas los penetre hasta el final.

Lesabéndio[ii] transcurre en el planeta Pallas: un lugar donde se da una simbiosis total entre naturaleza y tecnología, y no existe el sufrimiento. Los cuerpos asexuados de los pallasianos se mueven y mutan sin cesar. El nacimiento y la muerte no son más que absorciones de unos seres por otros, sin que haya extinción, hasta llegar al “Gran Ser”. Pero la atracción hacia el “Gran Ser” sin obstáculos ni límites trae consigo al final una gran explosión de un dolor inimaginable y terrible.

El edificio de cristal de Scheerbart es frágil, y los significantes que lo componen a veces se arrastran, pegados entre sí unos tras otros, como derritiéndose en un chorro sin principio ni final. La caza salvaje es una novela corta, una procesión de formas y emanaciones, una narración del infinito. Lo humorístico y lo desgarrado son dos caras de la misma moneda. Espíritus gusano quieren ser autónomos, separarse de las estrellas, en una carrera furiosa de trineos con alas, dirigibles con cañones, máquinas sobre zancos, y un sinfín de figuras más – para llegar a alcanzar a Dios y ser dioses. “El mundo simbólico se les aparece como bastante vacío – como una casa que ha sido asaltada y se está desmoronando. Un lagarto bermellón de forma imponente salta de una ventana de una milla de longitud, bloquea el paso y dice excitadamente: ‘No os olvidéis que todas las estrellas juntas, y todo lo imaginable junto, no importa cuán grande lo hagamos, con respecto al infinito siempre formará un punto matemático único, que incluye todo pero no tiene extensión’”[iii].

Vivió los últimos años de su vida con su mujer en una casa próxima al palacio de cristal del jardín botánico de Berlín. Apenas podía moverse, tenía enfermedades en las piernas. Murió en la miseria, desolado por la guerra. G. Scholem, admirador suyo, escribió: “¡Scheerbart acaba de morir! El hombre era otro Dios: también pudo haber creado un cosmos en seis días”[iv].

[i] Scheerbart, P., La arquitectura de cristal, Murcia, Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos, 1998.

[ii] Scheerbart, P., Lesabéndio, Granada, Editorial Traspiés, 2014.

[iii] http://gutenberg.spiegel.de/buch/die-wilde-jagd-1760/8

[iv] Scholem, Gershom, Tagebücher I, 1913-1917, ed. H. Kopp-Oberstebrink et. al., Frankfurt, Judisher Verlag, 1995, p. 174.