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Maya o La mujer: un nombre de la excepción en la época del parlêtre

“Las psicosis ordinarias y las otras” son una no-categoría que sigue la lógica del no-todo, es decir, como bien ha explicado J.-A. Miller, la lógica de una “serie en desarrollo sin límite y sin totalización”[1]. Sin embrago, dentro de esta serie, en algunos casos, es posible percibir la presencia de un nombre de la excepción, de un “nombre como ex-sistencia”[2], como dice Lacan, que permitiría – ésta es la tentativa -, al contrario, esbozar la existencia de un conjunto cerrado que incluya lo imposible, o sea el goce.
Desde pequeño P.[3] ha elegido no ser un número: era un líder que arrastraba a los amigos y se vestía vistosamente para atraer la mirada de los otros. Desde siempre ha querido encarnar la excepción que falta al mundo: era el “principito”, que se extraía de la ley de los comunes mortales, a quien todo era concedido y que se colocaba en posición de Ideal para los otros.
Luego del brote, el nudo subjetivo se disolvió, el goce invadió el cuerpo y P. tuvo que a reinventarse un nuevo “escabel”, un sinthome que lo ‘mantuviera anudado’. Como a menudo ocurre, no se trata de una invención ex nihilo: ya anteriormente, a veces, P. se vestía de mujer para épater le bourgeois y para expresar su sensibilidad femenina. Así, su pousse-à-La-femme (empuje a la mujer) ha tomado siempre mucho espacio, sin volverse nunca totalizante, ni tampoco tomar la vía de intervenciones médicas reales. P. se vestía de mujer cuando estaba en su casa, cuando salía con las amigas, para hacerse fotos que mostraba a su madre y a la analista… a la cual se presentaba, sin embargo, siempre vestido como un varón.
La mujer le servía para construir una imagen de sí, para mirar y mostrarse, lo cual quedaba siempre a nivel de la imagen. Lo que requería, de todos modos, que él primero estuviera bien. En fin, un bello cuadro al que se le impuso un nombre – Maya – que no podía explicar.
Maya es un significante de la excepción que, para él, ha venido a dar sentido al real del cuerpo como Otro absoluto y a su goce sin límite fálico y, por lo tanto, fuera de sentido. Para P. Maya ha sido “un completamiento”-sinthome que funcionaba como “amortiguador” en grado de templar, localizando el Otro goce de la psicosis.
Sobre el vacío del referente de la mujer – La mujer no existe – P. ha puesto una práctica de travestismo y un nombre, Maya, que para él es el Nombre-del-Misterio femenino por excelencia. El Otro del Otro encarnado, o al menos tra-vestido.

Traducción: Maria Laura Tkach

[1] Miller, J.-A., (2002), “Intuiciones Milanesas”, en Cuadernos de Psicoanálisis, núm. 29, Bilbao: EOLIA, 2004. p.30.

[2] Lacan, J., “Prefacio a El despertar de la primavera”, en Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires 2012, p. 589.

[3] El caso se encuentra descrito en Succetti, A., Il “pousse à la femme” nella clinica lacaniana delle psicosi, Aracne editrice, Roma 2013.