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Psicosis ordinaria entrevista a Glória Maron (EBP)

  1. Estamos próximos a los veinte años del sintagma de la psicosis ordinaria. ¿Qué se aprendió de las investigaciones que hicimos hasta hoy? ¿Qué constatamos y cuál es el horizonte de esos estudios?

  1. ¿Cómo la clínica del significante, binaria y descontinua, se articula con las psicosis ordinarias a partir de la pluralización de los Nombres del padre y considerando las soluciones singulares y las nuevas modalidades de tratamiento del goce?

  1. En la psicosis ordinaria la solución singular para reparar el agujero forclusivo impide o posterga la irrupción de una psicosis ordinaria. Esta es una cuestión en que no hay, en el Campo Freudiano, una posición única. Algunos colegas defienden la idea de un anudamiento que impediría el desencadenamiento; por lo tanto, no habría la posibilidad del advenimiento de una psicosis desencadenada. ¿Cómo ve usted esta divergencia?

Voy a tratar de contestar a esas cuestiones, no necesariamente siguiendo la secuencia presentada. Para empezar, considero que J.-A. Miller hizo una apuesta certera al prever que la introducción del sintagma psicosis ordinaria podría provocar eco en lo clínico. Supongo que podemos medir la efectividad de su aplicación cuando recogemos esos efectos en la práctica analítica y en las contribuciones epistémicas de analistas del Campo Freudiano.

La psicosis ordinaria como programa de investigación vino a contribuir aún más para la discusión de los casos de difícil inclusión en alguna categoría diagnostica. Pienso que el analista lacaniano se vale de una orientación que, además de tener en cuenta lo real de la clínica, aloja y aborda las manifestaciones clínicas no estandarizadas, sutiles y discretas, pero que sugieren un funcionamiento psicótico.

Considero crucial la recomendación de Miller cuando advirtió que la psicosis ordinaria está lejos de servir de refugio al no saber. Al contrario, ante un caso con indicios de psicosis ordinaria, el analista es convocado a ir más allá y reencontrar la clínica psiquiátrica clásica y la psicoanalítica clásica. Retroceder para avanzar en la práctica. Tratándose de la práctica institucional, ha sido una buena provocación revisitar la psiquiatría clásica. En las instituciones de salud mental donde estuve y donde se fortalecen las clasificaciones diagnosticas del DSM Y CID (Clasificación Internacional de Enfermedades), una noción como la de psicosis ordinaria fue recibida con extrañamiento y sorpresa, no muy diferente de lo que ocurrió entre los analistas. No deja de ser una buena señal cuando, en esas instituciones, algo sorprende. Más allá del uso del significante, han sido de gran valor las contribuciones extraídas de la investigación y el debate introducidos por esa noción de psicosis ordinaria. Ante casos diagnosticados y tratados en las instituciones de salud mental, como trastornos relacionados a las sustancias, o clasificados como trastorno de personalidad, muchas veces también nombrados como bordeline, el analista ha podido contribuir, reintroduciendo en el debate clínico, las categorías de neurosis y de psicosis, tan en desuso en la psiquiatría. Sin embargo, la fluidez implícita en la noción de psicosis ordinaria no se confunde con el desordenamiento verificado en los sistemas clasificatorios de la psiquiatría contemporánea. Es interesante observar que, al aprehender en nuestra práctica un caso como psicosis ordinaria, no dejamos en ningún momento de referirnos al que aprendemos con Lacan como propio del campo de las psicosis. En primer lugar, partimos de la relación de la psicosis con el lenguaje, más específicamente, que el modo de estar en el lenguaje se relaciona con el modo del sujeto de estar en el mundo. Tratándose de la psicosis, nos guiamos por coordenadas clínicas que nos ayudan a localizar la presencia exuberante o discreta de fenómenos de ruptura del lazo social, fenómenos de cuerpo y lenguaje. Del lado de la neurosis, además de la relación con el Nombre del Padre, nos apoyamos en pruebas de la existencia del (- φ) menos phi, de la relación a la castración, a la impotencia y a la imposibilidad1. Al investigar la relación del sujeto con el lenguaje, aprehendemos también una dimensión irreductible al lenguaje y que nombramos goce. Supongo que el propio hecho clínico de manejar casos en que la función paterna no opera nos lleva a interrogar otras modalidades de tratar el goce que no se valen de la función normativa del significante fálico. Si el Nombre del padre es específico y restrictivo a las neurosis, todo hablante se confronta con una dimensión sin nombre, indecible. Más allá del NP, condicionante del discurso establecido, nos guiamos por una dimensión del goce que excluye el sentido.

Parece bastante evidente que se amplió el campo de la investigación clínica cuando en lugar del acento en la forclusión de un significante especifico, substituimos el NP como referencia universal por el axioma de la forclusión generalizada y su afinidad con el axioma no hay relación sexual. La falla abierta en el corazón de lo simbólico, o sea, una falla en la denotación del lenguaje, deja de ser exclusiva de la psicosis. Todos los hablantes son iguales ante la forclusión generalizada del lenguaje ya que todo falaser se confronta con una dimensión imposible al articular a las palabras con el indecible del goce, teniendo que lidiar con el posible e imposible de esa articulación. Con la pluralización de los NP, Lacan abrió nuevos horizontes para el psicoanálisis, poniendo en destaque una variedad de respuestas posibles a la forclusión; del recurso a la topología, extraemos, de la enseñanza de Lacan, las coordenadas que nos orientan a investigar de manera particular como están anudados en cada caso los registros real, simbólico e imaginario. La psicosis ordinaria es tributaria de las manifestaciones clínicas de la época de la inconsistencia del Otro.

Identificamos una psicosis no sólo por la coyuntura dramática del desencadenamiento, efecto del encuentro con Un Padre, un père, significante impar, inusitado, fuera de cualquier inscripción y significación, dejando a cielo abierto la laguna forclusiva inaugural. Con frecuencia, encontramos psicóticos que se confunden en el paisaje de una supuesta normalidad, por ejemplo, cuando se identifica a algún S1, lo que posibilita la vinculación y pertenencia a un grupo social.Es frecuente un trazo ideal que porte un fuerte llamamiento e impacto social, como grupos de víctimas de algún tipo de violencia, o defensa de la causa LGTB etc. Ordinariamente, nos enfrentamos con otros índices de psicosis no desencadenada – la manera en que sienten el mundo que los rodea, en la manera en la que sienten su cuerpo y en la manera de referirse a sus propias ideas2 – que denotan desordenes en la juntura mas íntima del sentimiento de la vida en un sujeto.

Hay casos en que se verifica una errancia por diferentes semblantes en relación a los cuales el sujeto se engancha y se desengancha. No es raro, es por la suplencia que hace reparo al defecto en el anudamiento de los tres registros, real, simbólico e imaginario, que situamos una psicosis no desencadenada. Así como podemos localizar que el elemento que asegura un anudamiento, un anudamiento estabilizador, puede tornarse, al mismo tiempo, vulnerable a la estabilización en función de alguna contingencia. “Yo me engancho3” es una expresión brasilera usada cuando se gusta mucho de alguna cosa o de alguien. En el caso de un analizante, esa expresión es literal, toda vez que tocar un instrumento desde niño y tornarlo un oficio funciona como un anudamiento importante para ese sujeto, tornándose un elemento crucial en la dirección del tratamiento.

Verifico que permanece inconcluso el debate alrededor de las psicosis ordinarias en lo que corresponde a la cuestión del desencadenamiento. Hay suplencias, construidas o no en análisis, que posponen el desencadenamiento y en relación a eso parece haber un consenso. Me pregunto si es posible sostener que no existirá la posibilidad del advenimiento de una psicosis desencadenada cuando consideramos que la contingencia puede incidir tanto para enlazar lo real en juego en la vida de un psicótico, así como puede producir una ruptura. Me acuerdo de Lacan, cuando afirmó que la locura es la virtualidad permanente de una falla abierta en su esencia4. En mi mirada, es una cuestión abierta y, por ahora, considero que cuando estamos en el campo de las psicosis, extraordinaria u ordinaria, me oriento por soluciones sinthomaticas definitivas mientras duran.

Para finalizar, destaco una vez más la amplitud de las contribuciones advenidas de la investigación abierta por la psicosis ordinaria en lo que corresponde a los lazos sociales de la actualidad. Vivimos los efectos de las mutaciones en el orden simbólico y no es inusual verificar la inestabilidad de los lazos contemporáneos. No faltan ejemplos que rápidamente se tornan ordinarios y hacen parte de nuestro cotidiano, sin necesariamente tratarse de psicosis. Ahora mismo me acuerdo de una entrevista que leí en esa semana en un periódico de gran circulación que apunta a la labilidad de los lazos. Un investigador, presentado como activista web y estudioso de la Cultura Digital, afirma que, en un promedio, una persona con Smartphone tiene 120 nanotédios por dia5. Según Giardelli, esa medida ha sido hecha basándose en el número de veces que una persona agarra el celular o tablet para mirar a una red social, cuando alguna situación en que está involucrada no le está agradando, conectándose y desconectándose en un espacio de tiempo corto. Se tarda 30 a 40 segundos para entender esa transición y, luego de conectarse a una red social, se tarda también en volver a conectarse con lo que estaba haciendo antes. No voy a alongarme sobre los efectos de la relación del sujeto contemporáneo con los objetos y gadgets de la cultura y sus modos de disfrute, ni detenerme en esa medida de evaluación formulada por el Otro de la tecnología. Ciertamente es expresiva la incidencia de la tecnología en la subjetividad y en los modos de goce, especialmente a partir de los años 80, que corresponde a la entrada de la tecnología y el uso de computadoras en masa. Sin embargo, lo que quiero destacar son las consecuencias de ésas y otros cambios producidos en la cultura y que no dejan dudas sobre las mutaciones en los lazos sociales, no excluyendo aquel que le interesa particularmente al analista, el lazo transferencial. Considero que la investigación alrededor de las psicosis ordinaria desencadenada por Miller en los años 90 amplió la aprehensión de la variedad de los modos del falaser conectarse y desconectarse con el cuerpo, con los objetos, con el Otro, sea en el campo de las neurosis o en del psicosis. La modalidad de como cada falaser anuda los hilos invisibles de la existencia a la invención de un lugar en el mundo convoca al analista a estar conectado a la variedad de matices que pueden emerger en el tratamiento bajo transferencia.

1 Miller, J.-A. «Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria», en El Caldero Nro. 14, Publicación de la Escuela de la Orientación Lacaniana, Buenos Aires, 2010, p.24.

2 Ibid. p. 20.

3 En português “Eu me amarro”. También puede tener el sentido de atarse.

4 Lacan, J. “Acerca de la causalidad psíquica”. En Escritos 1. Buenos Aires: Siglo XXI, 2003, p.166.

5 Entrevista dada por Gil Guardelli al diario O Globo, en la columna llamada “Cuente algo que no sepa” en el 4 de septiembre de 2017.