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El objeto (a), semblante y Osbject.

“Dejemos al síntoma en lo que es: un acontecimiento de

cuerpo, ligado a que se lo tiene, se lo tiene del aire, se lo

aira, del se lo tiene. En ocasiones eso se canta y Joyce no se priva de ello”.

(Lacan, J., “Joyce el síntoma”, Otros Escritos, pág. 595).

                                                                                                        

Introducción

El recorrido que se puede seguir en este trabajo, respecto de la pertinencia de considerar al aire como objeto a requiere darle todo su peso a la diferencia que Lacan establece entre el momento constitutivo del objeto a y su ulterior función en la estructura por la introducción del Otro.

Las indicaciones de J.-A. Miller cuando sostiene el binario inconsciente transferencial-inconsciente real nos lleva a tener en cuenta una  doble función del objeto a: como semblante y como lo que Lacan llama “osbjet” (huesobjeto) en la última clase del Seminario 23.

También distinguir en la clínica los efectos del objeto como semblante de los efectos  como OSBJECT.

Esta doble función del a, que atraviesa las estructuras clínicas puede ayudar a darle consistencia a una clínica “continuista”.

 

El objeto antes y después de la introducción del Otro

En la última clase del Seminario de La angustia[i] Lacan diferencia el momento constitutivo del objeto de su función en la estructura por la introducción de la demanda[ii].

Advierte que “la angustia ya aparece antes de toda articulación en cuanto tal de la demanda del Otro”[iii]. Esta manifestación de la angustia “coincide con la emergencia en el mundo de aquél que será el sujeto”[iv].

EL grito es el signo del “primer efecto de cesión que es la angustia”[v].

Corte originario por el que se desvincula de la oxigenación placentaria y “se pasa al aire”[vi].

La perspectiva de fundar el doble estatuto del aire como objeto en psicoanálisis se apoya en estas consideraciones de Lacan del Seminario de La angustia, en cuanto a la dimensión primordial del objeto y en las de “Subversión del sujeto…”[vii], para su estatuto de objeto pulsional.

Citamos a Lacan en ese texto: “La delimitación misma de la “zona erógena” que la pulsión “aísla del metabolismo de la función es el hecho de un corte favorecido por el rasgo anatómico de “un margen o de un borde: labios, “cercado de los dientes”, margen del ano, surco peniano, “vagina, hendidura palpebral, incluso cornete de la oreja… La erogeinidad respiratoria está mal “estudiada, pero es evidentemente por el espasmo como entra en juego”[viii].

“Observamos que este rasgo del corte, con no menos claridad en el objeto que describe la “teoría analítica: pezón, escíbalos, falo, flujo urinario. Lista Impensable si no se le agrega con “nosotros el fonema, la mirada, la voz-el nada”[ix].

Es notable que los indicios que da Lacan no culminen con la inclusión del aire en la serie de los objetos que él mismo amplía con la voz y la mirada; la hipótesis es que en este momento funda el estatuto del objeto en relación a la demanda y el deseo y en este sentido el carácter primordial del  aire lo pone fuera de toda serie.

La angustia que se experimenta con el inicio del reflejo respiratorio recorta primordialmente el estatuto del objeto e instala una superficie topológica específica,  lo que nos permite concebir al aire como objeto pertinente al inconsciente no transferencial; en la clínica el ataque de angustia le concierne específicamente.

 

Escansión espasmódica del flujo respiratorio.

Por otra parte es en su relación con el hablar que el aire se denota como objeto pulsional articulando el inconsciente transferencial y el cuerpo.

Correlativo a su papel como objeto de angustia el aire tiene un estatuto  metapsicológico como núcleo real del Yo corporal, donde el cuerpo se goza en la totalidad libidinal de un UNO; y un estatuto económico como objeto pulsional referido a un borde específico (aquí es lo parcial lo que define lo pulsional).

Si admitimos que el ejercicio efectivo de lalangue es una emisión sonora que tiene como efecto la escansión espasmódica del flujo respiratorio alterando el ritmo basal, entonces el corte concomitante separa al aire como objeto.

El aire como objeto no lo es ni de la demanda ni del deseo, sino de la angustia. Así podemos entender como “ese goce primario, como un todo, positivo, pleno, incluso natural,…previo a toda relación con el Otro”[x] es intervenido no ya por la palabra en tanto significante sino por la emisión experimentada de trozos de lalangue como secreción del cuerpo.

Ese corte, esa eficacia de lalangue en la dinámica respiratoria, al promover al aire como objeto de la angustia permite captar que allí es angustia de castración no edípica, ya que la maquinaria de lalangue está antes que todo régimen.

 

El suspenso corta el aliento.

Para Lacan el afecto es efecto en el cuerpo de la incidencia de lalengua.

Por otra parte el lenguaje, en tanto estructura, es un aparato que hace que las cuerdas vocales vibran de placer trabajando para el amo estructurante.

De ese goce primario queda un resto irreductible que acompaña toda emisión de palabra. Toda emisión de palabra es pulsional en tanto hay satisfacción en la alteración del ritmo respiratorio que necesariamente acompaña el hablar.

El ritmo respiratorio está siempre disponible para ser afectado por lo simbólico y lo imaginario. ¿Qué otra cosa es el suspenso -el de Hitchcock y el del casino, el del disparo desde el punto del penal, el de la revelación de un informe histopatológico, el de la intuición de una inminente  intervención del analista, o el del diálogo amoroso- cuando corta el aliento?

La excitación sexual por apnea provocada, las claustrofobias, las descargas del bostezo, los fantasmas de ahogo, el suspiro, el soplo vital, los quejidos, las aspiraciones e inhalaciones toxicómanas, la angustia concomitante de la disnea y la disnea concomitante de la angustia, la iteración apneica del tartamudeo, los desequilibrios de la “columna de aire” en los cantantes, siempre implican acontecimientos de cuerpo.

El aire, captado en su condición de objeto, es un resto de la operación metafórica por la que el organismo es sustituido por el cuerpo, y se inscribe como objeto de angustia haciendo  que el hablar, la emisión de voz, no emerja sino de un cuerpo libidinal.

 

El objeto aire, cuerpo y efecto de sentido.

En tanto objeto del inconsciente real es fundante en la construcción del cuerpo como  imaginario. Para Miller una suerte de generalización del toro o cámara de aire se constituye en el hilo que sigue Lacan en su ultimísima enseñanza, es el soporte que legitima recurrir “a lo imaginario para hacernos una idea de lo real”[xi] como señala Lacan en la primera clase de L’insu[xii].

Para Miller este nuevo visual[xiii] abona la tesis lacaniana del L’insu acerca de que la “estructura del hombre es tórica”[xiv].

Miller le otorga “mucho valor al efecto de agujero unido al efecto de sentido” [xv]. En esta perspectiva toma del Seminario El sinthome[xvi] una referencia crucial en relación al sentido, dice que allí Lacan da una génesis corporal del sentido en estos términos: “el sentido es aspirado por el agujero corporal que lo emite. Se trata de una suerte de respiración del agujero”[xvii].

Miller precisa que si bien el sentido y la mirada conciernen a lo imaginario, el sentido, al revés que la mirada, depende de un agujero de dinámica centrípeta. Bien podemos decir que es aspirativo.

Desde esta plataforma conceptual el toro o cámara de aire, como vehículo para alcanzar el tejido del inconsciente es el apoyo fundamental para achicar la hiancia entre lo imaginario y lo real y nos lleva a incluir al objeto aire en una superficie que continúa  desde el borde oral y define un nuevo borde en el espacio rinofaríngeo, espacio en el que comienza el divertículo laríngeo-traqueo-bronquial. Superficie que configura a la bolsa “en la que se sopla”[xviii] con la que Lacan cuestiona a la esfera en tanto mito de esta bolsa.

En esta superficie, en estos bordes es  donde se produce la intervención de lalangue en el corte iterativo del flujo respiratorio.

 

Doble estatuto del aire como objeto.

Por un lado el aire como objeto a, osbjeto –huesoobjeto-[xix], es el que recortado por lalangue escande la respiración basal, asegura las condiciones para hacer del organismo anatómico el UN cuerpo-PREESPECULAR del parlêtre. Superficie libidinal implicada en el goce del trauma  correlativo del momento constitutivo del objeto).

Por otro lado el aire como objeto a semblante, se puede poner en serie con los objetos lacanianos y es el objeto de la pulsión neumática, generadora centrípeta de lo imaginario del sentido. Implica la satisfacción de la pulsión en tanto parcial y referida a fenómenos de borde.

Como osbjeto es primario, preexiste al Otro; en la clínica es el objeto implicado en el así llamado “ataque de pánico”. Pertenece al inconsciente real y en tanto tal no tiene estatuto de semblante. Y el signo de su presencia es el efecto de desanudamiento sintomal.

Como objeto a semblante, participa de las más variadas formaciones sintomáticas, fantasmáticas y pulsionales y específicamente de la angustia como uno de los tres anudamientos sinthomales propuestos por Lacan.

Si es así el aire como objeto alienta a seguir un programa de investigación relativo a dilucidar las consecuencias clínicas de cada zona erógena en virtud del estatuto real- iterativo o transferencial- repetitivo de la función de sus objetos.

 

[i] Lacan, J., El Seminario, Libro 10: La angustia, Paidós. Buenos Aires 2006.

[ii] Ïbid., p.356.

[iii] Ibid., p.353.

[iv] Ibid., p.353.

[v] Ibid., p.353.

[vi] Ibid., p.354.

[vii] Lacan, J. “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente”, Escritos 2, Siglo XXI, Buenos Aires, 1987.

[viii] Ibíb., p.787-8.

[ix] Ibíb., p.787-8.

[x] Miller, J.-A., Los divinos detalles, Paidós, Buenos Aires, 2010, p.186.

[xi] Miller, J.-A., El ultimísimo Lacan, Paidós, Buenos Aires, 2013, p. 255.

[xii] Lacan, J., “El Seminario Libro 24, L’insu…”, clase del 16 de noviembre de 1976, inédito.

[xiii] Miller, J.-A., El ultimísimo Lacan, op.cit., p.255.

[xiv] Ibíd, p.257.

[xv] Ibíd, p.257.

[xvi] Lacan, J., El Seminario, Libro 23: El Sinthome, Paidós, Buenos Aires 2006.

[xvii] Ibíd., p.83.

[xviii] Ibíd, .p.144.

[xix] Ibíd., p.143.