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Judith Miller, un deseo sin retroceso posible

La conmoción se va ampliando progresivamente, como una onda expansiva, desde el centro más íntimo hasta lo más alejado del Campo Freudiano que ella misma, como una parte suya, vio nacer: Judith Miller ha dejado de estar, aunque no de ser, entre nosotros. Y entonces, todo el afecto que hasta ese momento fatídico había quedado contenido en el presente, sabiendo el inevitable desenlace en un futuro próximo, se desborda arrastrando consigo cada detalle, cada recuerdo significante, cada momento en el que nos devuelve la viveza del deseo con el que se nos hace perenne. Esos momentos se nos aparecen ahora casi como irreales, marcados de manera irreversible por la huella de lo real más certero.

El homenaje tendrá así sus razones para decir este deseo, para intentar darle una palabra. La primera que se nos impone: un deseo sin retroceso posible, un deseo que asume las consecuencias de hacerse acto, sin vuelta atrás. Ella supo encarnarlo hasta el final bajo el nombre de “Campo Freudiano” y también en el suyo propio, lo que para algunos podía parecer algo menos evidente. Esa “pesada herencia”, como lo llamaban algunos —y otros pensaban sin decirlo—, fue para ella la causa digna de una relación con el psicoanálisis y con el deseo de Jacques Lacan que impregnó cada momento de su vida, cada acto con el que lo sabía hacer presente en esa misma dignidad. Todos intuían que no era nada fácil, que se jugaba todo su ser cada vez que la veíamos adentrarse en esa zona donde sólo ella podía habitar, donde sólo ella tenía también el derecho de disponer y de cuidar las cosas, desde los detalles más cotidianos —el mueble de aquella Biblioteca recientemente fundada, la preciosa tapa de aquella revista— hasta las eventos más públicos y excepcionales —los Encuentros del Campo Freudiano, los Encuentros Jacques Lacan—, siempre con la misma elegancia.

¡Cuantos nombres más habrá tomado este deseo irrenunciable en la historia del Campo Freudiano junto al de Jacques-Alain Miller, su esposo! Cereda, El Niño, Cien, Fibol, L’Ane, Caracas, Campo Freudiano en Ucrania, en Rusia, también en la China… Cada miembro de nuestras siete Escuelas sabrá alargar la lista, interminable en la geografía. ¡Cuantos momentos fundadores de nuevos vínculos de trabajo, y de más deseos contagiados por el suyo, habrá sabido sostener! Es ahí, en este futuro anterior, donde sabemos que el nuestro seguirá insistiendo. Sin retroceso posible.

7 de Diciembre de 2017