Scilicet

 

Prefacio

La palabra que falta

 

Enric Berenguer (Barcelona)

 

El volumen que el lector tiene entre sus manos es un diccionario peculiar. Nominalmente existen de él distintas ediciones, cada una de ellas correspondiente a una de las lenguas más significativas del Campo freudiano. Pero si nos sumergimos en su lectura, pronto veremos que la lengua de la que ante todo se trata es la lengua misma de Lacan. Esta nació de su enseñanza, alimentada esta última, a su vez, por su propia práctica del psicoanálisis, como analista y como analizante –posición que él declaraba ocupar en su Seminario. Que se trata de una lengua propia, lo advertimos en las torsiones que los diversos idiomas nacionales tienen que hacer para traducir términos que, sin aspirar a configurar una terminología “técnica”, un lenguaje ideal, hacen uso y al mismo tiempo fuerzan el lenguaje habitual, desafiando no pocas veces el sentido común y a contravía del discurso corriente. No sin producir a veces, en el salto entre lengua y lengua, neologismos interlingüísticos que a nosotros nos parecen naturales y que a los hablantes comunes les chirrían o no les dicen nada.

Pero esto no afecta únicamente al español, al italiano, al portugués, al inglés. La lengua de Lacan, aunque tiene una relación mucho más directa con el francés, no se reduce a él. Si bien es cierto que explota admirablemente sus recursos, también fuerza sus límites y explota sus equívocos, esos mismos que el discurso común trata de hacer desaparecer.

Este Scilicet lo pone de manifiesto de una forma particular. Recoge muchos términos significativos de las distintas elaboraciones sobre la psicosis a lo largo de toda la enseñanza de Lacan, e incluye también los desarrollos que sobre este particular se han llevado a cabo en el Campo freudiano en los últimos veinte años, a partir de la orientación aportada por Jacques-Alain Miller bajo el lema de “las psicosis ordinarias”. Finalmente, más allá de las lenguas nacionales, es la misma lengua de la psiquiatría, la sacrosanta “nosología”, la que acaba siendo violentada.

La naturaleza de la temática tratada, que se distingue por su complejidad y diversidad, pone de relieve hasta qué punto en nuestro modo de hablar de nuestra clínica se incluyen términos de épocas distintas. Cada uno de ellos, ciertamente, ha sido objeto de una re-lectura con el paso de los años, pero incluso los más antiguos man-tienen una vigencia que la lectura de los correspondientes artículos demuestra sin lugar a dudas.

La misma elección de las entradas del volumen planteó este problema de una forma aguda. Dado que el tema del IX Congreso era “Las psicosis ordinarias…”, ¿iba a ser mejor limitarse a los conceptos y términos más específicamente relacionados con esta categoría? Enseguida se vio que esto era imposible, dado que no consideramos las psicosis ordinarias como un término nosográfico, como una entidad clasificatoria. Nada de lo que nos lleva a hablar de un caso como de una psicosis ordinaria funciona como criterio unívoco.

Si ponemos el acento, por ejemplo, en la clínica continuista, resulta imposible definirla y situarla sin tener en cuenta –y sin repensar desde una perspectiva actual– las discontinuidades que en su momento la teoría destacó como decisivas, en lo que podemos llamar de un modo aproximativo la doctrina clásica de la psicosis.

¿Hablamos de “neodesencadenamiento”? De acuerdo, pero cómo hacerlo sin precisar también el modo en que hoy día enfrentamos el problema de definir en qué consiste un desencadenamiento y cuáles son sus condiciones, sus coyunturas.

¿Nos interesamos por los usos de la metonimia en ciertos casos de psicosis ordinaria? Bien, pero ¿cómo ignorar el vínculo sutil entre metonimia y metáfora, así como la necesidad de reactualizar el modo en que pensamos esta última sobre el trasfondo de una teoría donde lo simbólico ya no tiene privilegio sobre lo imaginario y lo real?

¿Nos interesa el término “escabel”, propuesto por Lacan a partir de su lectura de Joyce? Sea, pero ¿no es preciso pensarlo en relación y en oposición a una sublimación nuevamente revisada y concebida?

Lo mismo podría decirse de expresiones que, si seguimos usándolas, es porque no han perdido su vigencia, a pesar de exigirnos un esfuerzo de redefinición constante. Hablamos de forclusión, pero ¿cómo pensar su pertinencia y sus modalidades desde la ultimísima enseñanza de Lacan? ¿Cómo hablar hoy del punto de capitonado, cuya utilidad es innegable, pero que no significa lo mismo cuando, más allá del grafo de la demanda y el deseo, consideramos una topología de los nudos y la función del síntoma como cuarto redondel.

No fue tarea fácil alcanzar la presente lista de 105 términos. No está de más decir que la primera que propuse al Comité Científico ¡rondó los 300! Una fructífera tarea de intercambio y discusión con esta instancia colectiva, hace ahora un año, permitió una reducción drástica, mano a mano con los Directores del Congreso. No sin cierto pesar, en el caso de algunas palabras que, en el momento mismo de ser suprimidas, parecían cobrar un valor agalmático suplementario. El debate no careció de momentos de humor. Sea como sea, muchos términos y expresiones se perdieron por el camino, testimonio cada uno de ellos de la riqueza, la diversidad, la fineza del cúmulo de trabajos y observaciones que constituyen un verdadero tesoro de experiencia en el Campo Freudiano a lo largo de muchos años ya.

Nuestra orientación, que destaca la dimensión de lo particular y que, por tanto, aconseja producir un modo de hablar de cada caso que preserve algo de lo único, de lo irrepetible, hace difícil saber hasta qué punto un término que surge en un artículo o en una presentación clínica alcanza un nivel suficiente de generalidad como para esclarecer una serie significativa de casos. Llevar a cabo este proceso de reducción, en un equilibrio siempre imperfecto e inestable entre el uno por uno y lo general, fue una de las primeras tareas de la realización de este proyecto.

Sin duda, la lectura del conjunto del volumen dará una impresión de incompletud. Cada cual echará de menos alguna palabra que considera importante, quizás porque ha tenido un papel significativo en su propia clínica. Pero este volumen no es únicamente incompleto, es también inconsistente. Hay términos que están parcialmente contenidos en otros, términos también cuya definición es imposible sin explicitar en parte la de otros, etcétera. Las extensiones respectivas de cada definición en intensión se superponen, se pisan, quizás incluso se contradicen más de una vez.

Esto se podría considerar un defecto. Pero considerándolo de un modo más profundo, revela ser una virtud, o en todo caso resulta de una fidelidad. En efecto, no hay modo de atrapar lo real de la clínica –y específicamente lo real de nuestra clínica de las psicosis– en un sistema coherente. Por eso, en última instancia, debemos recordar que de lo que aquí se trata es de poder pensar y escuchar, también de escribir, cómo hablamos de nuestra clínica. La tarea consiste en poner en tensión esos términos con nuestra práctica, haciendo un esfuerzo continuado para no caer en un automatismo vacío.

Una de las misiones que tiene este diccionario es contribuir modestamente a que nuestro modo de hablar de las psicosis, que se apoya en la lengua de Lacan y en el modo en que la usamos en la comunidad de experiencia que es el Campo freudiano, no sea una len-gua muerta. Como dice Eric Laurent en “Política de lo unario”1: “Nos corresponde a nosotros hacer entender a las distintas parroquias psicoanalíticas que, más que el estándar, lo que las une es la búsqueda del sentido común. Este sentido común, este common ground, no es otro que lo real en juego en la lengua misma del psicoanálisis”.

Ello requiere de cada cual un esfuerzo de actualización, de reinvención, de confrontación constante. Se trata, no de usar los términos de la teoría como si fueran capaces de dar acceso directamente a un real, sino de saber emplearlos de tal modo que cada uno de ellos nos permita hacer brillar, en un momento preciso, aquello que de lo real siempre se escapa. Lo real de la contingencia, que predomina en el caso por caso, nunca cabrá en ninguna categoría. En este sentido, las distintas versiones de la teoría, sus conceptos, son siempre una cartografía aproximada que debemos saber usar para, en el momento adecuado, poder prescindir de ella y seguir nuestro camino sin perder el norte. Para dar con nuestro tesoro, tarde o temprano nos deshacemos del mapa, pero previamente lo hemos consultado.

Las peculiares mutaciones de la teoría psicoanalítica, que se producen siempre e inevitablemente en las confrontaciones sucesivas con pedazos de real que no habían podido ser dichos previamente, son lo que hace que conceptos de diversas épocas coexistan, aun-que siempre de modos parciales. Esto es lo que hace imposible una separación neta entre épocas de la doctrina que pueda encajar en los capítulos de un manual. Aunque esto mismo es lo que hace im-prescindible una adecuada periodización, no sometida a criterios cronológicos, sino a los propios del mismo movimiento de elucidación de lo real de la clínica, cuyas claves nos ha mostrado decisivamente Jacques-Alain Miller en su curso de la Orientación Lacaniana.

En este sentido, quiero mencionar aquí algo que me sirvió de guía en el momento –inevitablemente vertiginoso– de proponer una primera lista de términos. Se trata de dos párrafos de la conferencia de Jacques-Alain Miller “El inconsciente y el cuerpo hablante”, que a mi modo de ver aportan una clave necesaria para enfrentarse a las paradojas del presente volumen.

El primer párrafo que quiero destacar: “[el psicoanálisis] cambia de hecho, a pesar de que nosotros nos aferramos a palabras y a es-quemas antiguos. Supone un esfuerzo continuo permanecer lo más cerca de la experiencia para decirla, sin aplastarse contra el muro del lenguaje”.

El segundo, un poco más abajo: “Es con un procedimiento de remiendo [ravaudage] entre piezas diversas de épocas distintas, toma-das de Freud y de Lacan, como se teje nuestra reflexión, y no debemos retroceder ante este procedimiento de remiendo, para avanzar en aprehender más de cerca el psicoanálisis del siglo XXI”.2

Pues bien, el principio de construcción de este Scilicet es este mismo procedimiento de remiendo, con piezas tomadas de Freud y Lacan, de épocas distintas. El real que nos concierne es lo que tratamos de decir en esta lengua extraña que, si nos descuidamos, podría convertirse en jerga, en “langue de bois”, incluso en lengua muerta. A cada uno de nosotros le corresponde la tarea de vivificar las palabras de esta lengua más o menos común con nuestra experiencia analizante y analítica, la cual por su parte no es común, pero que aun así se puede poner en común sin dejar de ser singular.

Bromas del inconsciente. Había estado convencido hasta hoy mismo de haber incluido en la lista el propio término “ravaudage”, para que algún colega se ocupara de remendarle alguna definición.

Me parecía justo, dado que había sido el principio mismo de construcción de la lista de palabras. Pero, a pesar de haber leído varias veces todos los artículos, en las diversas lenguas, me percato hoy mismo de que falta. En algún lugar de mi mente equivocó con otro, raboutage (ensamblaje), que sí está presente.

Cito el primer párrafo del artículo que Sophie Gayard le dedica a esta última palabra: “¿Por qué este término […] tiene tanto éxito como para que ocupe un lugar en este volumen de Scilicet?”

Pues bien, esta pregunta ha habido que hacérsela no pocas ve-ces a lo largo del proceso de construcción del presente volumen.

 

 

 

1 Laurent E., “Política de lo unario”, Freudiana, n° 80, p. 55, Barcelona, 2017.

2 Miller J.-A., “L’inconsciente et le corp parlant”, Presentation du thème du Xe Congrès de l’AMP à Rio en 2016. www.wapol.org

 

 

 

 

 

Responsables: Enric Berenguer ([email protected]) y Rosalba Zaidel ([email protected])