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Entrevista a Paula Borsoi (EBP)

1-Estamos próximos a los veinte años del sintagma de la psicosis ordinaria. ¿Qué se aprendió de las investigaciones que hicimos hasta hoy? ¿Qué constatamos y cuál es el horizonte de esos estudios?

La insistencia desconcertante de lo real de nuestra época, la manifestación de algo, allí, donde no es esperado, ha movilizado a los psicoanalistas de orientación lacaniana desde hace mucho tiempo. Ese cambio fundamental abrió una vía de orientación a lo real y renovó la práctica del psicoanálisis. Esta, a mi entender, es la más importante contribución, del campo de investigación abierto por el sintagma de la psicosis ordinaria.

Una nueva apertura clínica, aquella que está a la altura de responder a los nuevos desafíos puestos en formación, sin dejar de lado el carácter innovador de la experiencia freudiana. Lo nuevo de la clínica se refiere al modo como nos llegan personas que demandan un análisis y como respondemos a eso. La imprecisión de los diagnósticos, los síntomas de la vida amorosa, el amor y los partenaires de goce, la pornografía, el uso de drogas, los cuerpos alterados en el intento de construir un cuerpo, son pequeños ejemplos de esos cambios: síntomas que actúan, agitan, angustian, en que el direccionamiento y el habla no son tomados como un recuso para tratar ese goce desregulado y lo real que invade.

Lo que ese sintagma sigue enseñándonos es que debemos dejar al costado, cada vez más, a las clasificaciones, para poder leer lo que está en juego, qué goce está en cuestión, lo que obstaculiza. Orientarnos por ese punto esencial, aquel que no presta ni a la enseñanza ni al gobierno, pero comanda el sujeto, poniéndolo en situaciones en que está desgobernado. Dicho de otro modo, establecer el lazo analítico a partir de ese irreductible, que es un modo propio y único del sujeto manifestarse.

Podemos aun decir sobre la psicosis ordinaria que se trata, entonces, de una psicosis difícil de ser reconocida, pues ella es común, pero es muy sutil y solo puede ser deducida a partir de señales mínimas e indicios variados. Para tal desafío, debemos llevar las enseñanzas de la última enseñanza de Lacan de modo muy preciso y riguroso, justamente porque la psicosis ordinaria no tiene una definición rígida. Podemos decir que se trata de una psicosis que no se manifiesta hasta su desencadenamiento, que puede no ocurrir.

En ese sentido, debemos alojar el síntoma a partir del modo de como el lenguaje hace pantalla a lo real, aguardando el modo con que el contorno a ese real ha sido hecho. Aguardando el modo como el sujeto, a través de sus restos singulares, va a armar su enigma. Abordar el significante en su materialidad, y no a partir del sentido, cambia el modo con que escuchamos.

2-¿Cómo la clínica del significante, binaria y descontinua, se articula con las psicosis ordinarias a partir de la pluralización de los Nombres del padre y considerando las soluciones singulares y las nuevas modalidades de tratamiento del goce?

Una novedad es introducida por Lacan, en el Seminario 23, donde él lanza fundamentos conceptuales que nos sirven de brújula para orientarnos en la clínica actual. Él utiliza el ejemplo de Joyce, que encontró una solución a partir de su escritura que tuvo como función producir un anudamiento entre el RSI, un recurso fundamental, una invención necesaria. La metáfora delirante en Schreber tuvo un efecto de suplencia, un intento de dar sentido a lo que retorna en lo real. El ejemplo de Joyce está puesto a partir de la pluralización de los Nombres-del-Padre, que es el fundamento del sinthoma. La solución encontrada por Joyce nos enseña que la singularidad de cada uno es siempre incomparable e inclasificable. La enseñanza de Miller avanza apuntando el vector de la forclusión de Nombre-del-Padre, teniendo como índice de una suplencia que producía estabilización, la metáfora delirante, para la dirección de la forclusión generalizada, en que la suplencia es hecha a partir de como el sinthoma va a anudar el RSI.

Otra consecuencia extraída por Jacques-Alain Miller es el peso dado al cuerpo en la última enseñanza de Lacan. El cuerpo pulsional se constituyó en un territorio de goce. El sinthoma en la última enseñanza de Lacan es tomado como acontecimiento de cuerpo. En esa brújula, el cuerpo se manifiesta de modo independiente del pensamiento, de modo inadecuado, demostrando el desorden corporal, llevando el sujeto a nuevos lazos para hacer un cuerpo.

Así, el cuerpo es tomado como un real y el significante se muestra más impotente para dominarlo, diferente de lo que pasa en la neurosis. El cuerpo imaginario, imagen reflejada y constituida por el Otro, puede aparecer como real, en una imagen deshecha y fragmentada. Los fenómenos de cuerpo son la exteriorización de una junción íntima, resultado de un proceso que no es simbólico. En el texto “Sobre la cuestión preliminar…”, el interés de Lacan no es en el acontecimiento de cuerpo, sino en cómo el significante se desencadena en lo real, en los fenómenos de lenguaje, en las perturbaciones de la comunicación.

Posteriormente, el cuerpo pasa a tener otro estatuto, en que el intenso desgarramiento subjetivo y corporal toma su peso, los casos de las conversaciones traen ejemplos magníficos. El pensamiento y el habla son tomados como goce y el cuerpo ofrece su materia, su realidad, al significante. Cuáles son los recursos que cada quien podrá utilizar para lidiar con el agujero, el agujero de lo real imposible, donde el cuerpo es tocado, es la cuestión central. Esa contingencia indica lo que hace agujero y lo que es imposible para cada quien. Esa perspectiva modifica la dirección de la cura, como el tratamiento es orientado.

Con la pluralización del Nombre-del-Padre, éste pasa a ser una entre otras soluciones encontradas para reducir el exceso de goce. Con eso, el tratamiento del goce se amplia. El modo como cada quien va a anudar la función del síntoma, más que localizarla pasa a ser una orientación fundamental: el encuentro material del significante con el cuerpo produce un retorno del mismo acontecimiento, y nuestra orientación es acompañar como el RSI podrá reordenarse. Ese tratamiento no se da solamente por el encadenamiento del sentido inconsciente, sino a partir del significante que no engendra ninguna significación.