< return

Entrevista a Daniel Millas (EOL)

Por Fabiana Frattini 

¿Qué nos enseña las psicosis ordinarias para la clínica de la neurosis en su presentación actual?

Es una pregunta interesante. En un primer momento de la enseñanza de Lacan, quizás estaba formulada al revés: ¿qué nos enseña la neurosis acerca de la psicosis? Porque Lacan formula su abordaje de la psicosis a partir de la metáfora paterna como una falla en su constitución, a partir de la forclusión del Nombre del Padre. En ese primer momento de la enseñanza de Lacan la neurosis es el modelo desde el cual se va a entender la psicosis. Tempranamente, a partir de la consideración de las suplencias que permiten alcanzar estabilizaciones en las psicosis, Lacan formula que el Nombre del Padre puede ser reemplazado en su función de estabilizar la relación entre el sentido y el goce del cuerpo. Es decir, que es posible la invención de otros operadores que cumplan con esa función. Se distingue entonces la función de abrochamiento del Nombre del Padre como un caso particular.

Paulatinamente, en su enseñanza, Lacan avanza generalizando conceptos que al principio estaban acotados al campo de la psicosis: la forclusión, el delirio, el síntoma, el NP, y va extrayendo de esta generalización consecuencias clínicas y prácticas. De manera que en su última enseñanza, el síntoma psicótico es el modelo y la referencia fundamental para pensar la práctica analítica.

Luego de este recorrido, nos adentramos actualmente en una investigación que tiene como referencia las llamadas por J.A. Miller, psicosis ordinarias, como una forma de psicosis caracterizada por no producirse en ella una ruptura abrupta en la relación entre el sentido y el goce del cuerpo. No se producen esas grandes catástrofes subjetivas que marcan un antes y después absoluto. Este término viene a nombrar una forma de psicosis propia a la época en que vivimos. La época del Otro que no existe. Así la denominó J.A. Miller en 1998 en el contexto de la Convención de Antibes. Constituía la tercera conversación clínica precedida por la Conversación de Arcachon en 1997 y por El Conciliábulo de Angers en 1996.

Para situar mejor el contexto en juego en esta denominación es importante tomar en cuenta los desarrollos que Miller realiza en ese momento. Especialmente, el curso dictado en 1996 junto a Eric Laurent, que lleva justamente como título El Otro que no existe y sus comités de ética. Se interroga allí lo que viene a cumplir una función de abrochamiento en la época de la declinación de la función paterna.

La generalización del Nombre del Padre, lo que Miller ha llamado el Punto de Basta en las Conversaciones que abordan las psicosis ordinarias; nos permite captar operadores de suplencia que evitan justamente el gran desencadenamiento. Puede haber discontinuidades, desenganches con manifestaciones clínicas precisas que pueden dar lugar a una demanda de tratamiento de un analista, pero no encontramos, al menos en ese momento, el gran desencadenamiento psicótico. Es importante tener en cuenta que la generalización del NP no implica un abandono de la clínica estructuralista, sino una ampliación de la función del NP, que permite captar las consecuencias que tiene sobre el goce una operación significante. Tampoco se trata de introducir una continuidad entre neurosis y psicosis, sino de una gradación dentro del amplio campo de las psicosis.

Lo que enseña para la neurosis las psicosis ordinarias es la importancia que tiene interrogar la relación que mantenemos con el sentido en la práctica analítica. Las psicosis ordinarias nos enseñan que no solo existen los delirios extraordinarios, en los que el sujeto inventa un nuevo universo de discurso. Nos enseñan también que el sentido común, si no deja lugar para la inscripción de una significación propia que aloja la singularidad que habita en cada sujeto, tiene la misma estructura forclusiva que un delirio psicótico. Es preciso darle todo su lugar a la lección primordialque nos brinda Lacan en su seminario sobre las psicosis, cuando afirma que en la práctica analítica el sentido no es lo que se comprende.

Miller caracteriza a la psicosis ordinaria con los fenómenos sutiles”. ¿Cómo los pensamos, a partir de esto último que vos planteas y cómo los pensamos en la clínica?

Conocemos los clásicos trastornos de lenguaje que Lacan aborda en su primera enseñanza: el neologismo, las frases interrumpidas, las palabras impuestas, la alucinación acústico-verbal, la metonimia pura, etc. Pero con las psicosis ordinarias vienen a reconsiderarse ciertas peculiaridades que afectan no al significante, sino a la significación. La palabra es normal, el sentido común se mantiene, sin embargo detrás de la palabra o la frase hay una intención inefable. Se pone el acento entonces en este punto, en el tipo de satisfacción en juego en esa significación.

Tuve la oportunidad de entrevistar en una Presentación de Enfermos, a un paciente que decía que él era dueño de un humor muy fino”.

Un humor muy finoimplicaba que en determinado contexto social, mientras participaba de una conversación, una determinada significación se recortaba para él con un efecto que le producía gracia; pero consideraba que eso era tan sutil, tan fino, se requería de una rapidez mental tal, que no podía contarlo porque nadie tenía esa capacidad y no lo iban a entender. Se trata aquí de una significación inefable, de un acento de singularidad que de ninguna manera pasa al campo del Otro, que no se nutre del lazo social como el chiste o el humor. Se trata de un gozar de lalengua que se realiza por fuera del lazo social. Como él mismo lo decía, es algo que queda dentro de mí”.

Esta significación se recortaba sólo para él y podía tener un sentido común, pero llevaba una carga absolutamente propia y además tenía una función muy particular. Le permitía una cierta separación de ese contexto social dónde él se encontraba en ese momento, y en el cual, por algún motivo, se podía sentir exigido, agobiado, cuestionado o interrogado. Tenemos entonces un acento de singularidad en esa significación y una función específica de abrochamiento.

Esta clínica de los fenómenos sutilesfue descripta por De Clerembault, con su invención del Pequeño Automatismo Mental. Lacan le otroga una gran importancia a esa estructura que De Clerembault ubica como la matriz fundamental de la psicosis, en su carácter anideico y atemático, que se diferencia de cualquier elaboración delirante. Cuando hay elaboración delirante, ya la psicosis es antigua, planteaba De Clerembault.

Tomamos esta enseñanza, por supuesto no la consideramos desde la perspectiva organicista de De Clerembault, sino que la ubicamos en el contexto del discurso del paciente, atendiendo como dijimos antes a la carga libidinal y a la función particular que cumple. Un trastorno del lenguaje para nosotros tiene como referencia una experiencia de goce específica.

En una de las Conversaciones que mencioné, Miller llega a plantear de un modo muy preciso, que hablar en tanto tal es un trastorno del lenguaje, ya que allí se pone en juego el uso singular que cada uno hace de la lengua.

Ya que tomaste este sesgo clínico en relación a una presentación de enfermos para ubicar los fenómenos sutiles”. ¿La clínica de las psicosis ordinarias nos enseña algo nuevo con respecto a la transferencia en la psicosis y el lugar del analista, con respecto a lo que plantea el Lacan clásico?

, nos enseña mucho, porque abre un campo muy amplio de los usos posibles del semblante psicoanalítico. Del uso que puede hacer un sujeto del objeto analista y del dispositivo analítico; que ya no quedan circunscriptos al volverse destinatarios de una elaboración delirante, o de volverse el secretario del alienado, como planteaba Lacan, cuando se trataba de recibir el testimonio de la elaboración de un nuevo sentido a partir del deliro, puntuando esa elaboración con intervenciones precisas, que permitan soportar los fenómenos de goce que esté viviendo ese sujeto.

Nos abre en cambio a una clínica fina y pragmática que implica poder reconocer y valorar estos determinados fenómenos, que llamamos sutiles, que cumplen de un modo podríamos decir minimalista, una función de suplencia al Nombre del Padre, es decir, que cumplen una función de Punto de Basta, de abrochamiento. Nuestra función fundamental es poder sostener un lazo con el sujeto que le sirva para poder mantenerse en una cierta continuidad y evitarle caer en una gran catástrofe subjetiva con momentos de angustia difíciles de soportar.

Pienso que una psicosis ordinaria, debe ser considerada tomando en cuenta un lapso temporal; no pienso que una psicosis ordinaria sea en sí misma una entidad claramente definida, con un neo desencadenamiento, donde se constatan fenómenos sutiles, acotados, y que esto va a ser siempre así. Es posible pensar que lo que es hoy una psicosis ordinaria, ante determinada contingencia, pueda dar lugar a un gran desencadenamiento y devenir una gran psicosis. El tema central es de qué manera nosotros podemos ayudar a evitar eso.

Éticamente, ¿esa sería nuestra posición?

Así es, es una posición ética y es también una perspectiva pragmática. No se trata de esos casos en los que el sujeto debe elaborar un delirio hasta inventar un significante nuevo que le sirva como Punto de Basta. Se trata en cambio de sujetos que se sostienen en una relación con el sentido común, y se valen de pequeñas invenciones, que no tienen que ver con una elaboración delirante, sino con determinados recursos que cumplen una función de abrochamiento. No cuestionamos el sentido común, pero estamos muy atentos al valor y a la función que cumplen esos recursos. Está el sentido común y aquello que como decía el paciente que mencioné antes Queda dentro de mí”. Esta es nuestra perspectiva, considerar aquello que no tiene inscripción en el sentido común pero que opera activamente en la cura.

Sin duda tenemos mucho para aprender, para discutir y para volver a pensar; porque debemos retomar una serie de conceptos que van de la primera hasta la última enseñanza de Lacan, en una suerte de intercambio de esos momentos que son muy valiosos y productivos.

Muchísimas gracias Daniel por lo que nos trasmitiste.

Comisión Entrevistas EOL:

Osvaldo Delgado (Responsable), Gerardo Battista (Coordinación), Alma Montiel, Fabiana Frattini y Nora Cappelletti.