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Sobre la introducción de la psicosis en el débil mental

J.-A. Miller en la conversación de “Los embrollos del cuerpo”[1], nos invita a articular la clínica en torno a las operaciones de alienación y separación. En toda estructura clínica encontramos la alienación en tanto que implica la inclusión del sujeto en el lenguaje y en la cadena significante. La particularidad que trabaja Lacan en el Seminario XI en relación a las psicosis, es que en éstas hay alienación pero no se produce la operación de separación, la consecuencia de esto del lado del significante, es la holofrase, es decir, la solidificación, la falta de intervalo entre S1 y S2, intervalo en el que Lacan sitúa al objeto a.

La debilidad mental se sitúa como una de las consecuencias de esa solidificación. Lacan aquí está puntualizando a Maud Mannoni quien fusiona en un solo cuerpo al niño débil y la madre, para Lacan aquello que se fusiona no es el cuerpo sino la cadena significante y con esto introduce la noción de lugar, de posición del sujeto, nos dice que la holofrase no condiciona la debilidad sino la “introducción de la dimensión psicótica en la educación del débil mental”[2], en tanto que es reducido por la madre a ser “el mero soporte de su deseo en un término oscuro”[3]. “Así, oscurecido por una identificación con el significante que sostiene el deseo materno en su lugar, el sujeto no está en posición de cuestionar el sentido de tal identificación, constituida por la holofrase”[4].

Es decir, Lacan sitúa al niño débil “psicotizado”, no como un sujeto de discurso, sino en cierto lugar en el discurso de la madre, ubicándolo como objeto a para su madre, lo que más tarde abordará en su texto “Dos notas sobre el niño”[5]. Pero entonces, ¿qué diferencia el psicótico del débil mental? E. Laurent en su texto “Psicosis y debilidad” nos dice: “El débil no debe ser ubicado tan sólo con un S1 (la holofrase), hay también en la debilidad un dos”[6]. Esto se aclara en el S. XIX dónde Lacan dice: “Llamo debilidad mental al hecho de ser un ser hablante que no está sólidamente instalado en un discurso. Eso es lo valioso del débil. No es posible definirlo de ningún otro modo si no es el de estar, como se dice, un poco despistado, es decir que entre dos discursos, fluctúa[7].

Pierre Bruno, nos dice que Lacan ve en la debilidad mental un malestar fundamental en relación al saber: “Digamos por el momento que la debilidad mental, si bien nos golpea a cada uno, marca de manera especial a algunos, que se distinguen por una resistencia sostenida, algunas veces genial, contra todo lo que podría negar la veracidad del Otro significante, para mejor protegerse de las dudas que les asaltan, concernientes al Otro de la ley.”[8]

Esto podría hacernos comprender mejor en la clínica infantil, qué se juega en aquellos casos que no terminan de encajar en la dualidad paranoia-esquizofrenia, aquellos casos dónde el sujeto se aloja en relación al saber en una posición de exterioridad, de no entender nada.

[1] Miller, J.-A. Embrollos del cuerpo, Buenos Aires: Paidós, 2012.

[2] Lacan, J. El seminario, Libro 11. Buenos Aires: Paidós, 2007. p.246

[3] Ídem.

[4] Bruno, P. “Sobre la debilidad mental” en Ornicar?, revue du Champ Freudien, nº37, 1986. p. 42.

[5] Lacan, L. “Dos notas sobre el niño” en Intervenciones y textos. Buenos Aires, Manantial. p.17.

[6] LaurentE. Estabilizaciones en la psicosis. Buenos Aires: Manantial, 1991. p.41.

[7] Lacan, J. El seminario, Libro 19. Buenos Aires: Paidós, 2014. p.129

[8] P. Bruno, Sobre la debilidad mental en Ornicar?, revue du Champ Freudien, nº37, 1986. p. 42