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Entrevista a Hervé Guillemain, “maître de conférence” en historia

Entrevista a Hervé Guillemain

Profesor titular de historia

H. Guillemain prepara un libro sobre la historia social de la esquizofrenia. Nuestra primera pregunta, entonces será: ¿Cómo llegó a este tema de investigación?

H.G: Este trabajo sobre la esquizofrenia, que es un trabajo de un historiador, comenzó en 2010 un poco, en el fondo, con ciertas inquietudes respecto a los procesos de clasificación de los individuos. En aquella época estaba en plena discusión toda la nueva versión del DSM. Paso eso, usted lo conoce muy bien. La historia de la esquizofrenia es muy conocida cuando uno se interesa en los tratados científicos. Se conoce muy bien esta historia igualmente, es decir, toda la manera en que la psiquiatría aumenta a fines del siglo XIX, principalmente alrededor de la obra de Emil Kraepelin [E. Kraepelin 1856-1926 (Múnich) define la demencia precoz a partir de criterios evolutivos] que propone una nueva manera de clasificación de la enfermedad mental, especialmente a partir de la adopción del término de demencia precoz. Finalmente, con la idea de que había que volver a clasificar esta enfermedad mental en función de la evolución en el tiempo, con esta importancia de la cronicidad. Y a continuación otros textos [E. Bleuler 1857- 1939. Psiquiatra en Zúrich describe el Grupo de esquizofrénicos (1911). E. Mikowowski (1885-1972) asistente de Bleuler antes de inmigrar a Francia.] que también son muy conocidos. Bleuler, justo antes de la primera guerra mundial, Minkowski, etcétera. Entonces, a partir de eso, que es bien conocido, que los psiquiatras y los psicoanalistas trabajaron bastante, lo que intenté hacer es desaprender completamente esta historia de manera de intentar producir un nuevo relato. En efecto, no sobre la esquizofrenia, podríamos decir en un primer momento, sino más bien el esquizofrénico, es decir, aquel al que se le aplicó una etiqueta diagnóstica. En primer lugar, de demencia precoz a partir del 1900; y, luego, de esquizofrénico a partir, diremos, del año 1930, porque éste concierne a Francia que tiene su propia historia respecto a una historia que también es mundial, que es absolutamente específica. Este ya es el primer paso, vamos a decir, hacia la desfamiliarización respecto a un saber que intenté producir. Y aquello que intenté hacer es, finalmente, utilizar un archivo inédito para hacerlo, aquello que llamamos historia clínica. De ella tenemos kilómetros y kilómetros en los archivos hospitalarios, principalmente de Francia. Partir de este material que no es para nada un material bruto-No estoy en la investigación de la palabra pura del loco, etcétera. Para nada es lo que me interesa. Soy consciente de que trato con huellas que fueron objeto de una selección. De la selección de los archivistas que destruyeron parte de los fondos. De la selección del historiador mismo porque, evidentemente, procedí mediante el sondeo de estas fuentes que son inmensurables. E incluso del paciente mismo que dice, finalmente, aquello que desea siendo consiente de haber sido grabado. En el sentido estricto del término, es decir, que su palabra entra en el registro archivado a continuación. Y después, por igual para el psiquiatra que, por ejemplo, va a poner o no en la historia clínica una carta que el paciente escribe a su familia. Y, entonces, algunas de éstas quedan, y no se sabe demasiado por qué, por cierto, y; otras desaparecen y no tendremos jamás acceso. Entonces, es a partir de esto que decidí, finalmente, intentar producir otra historia. Primero, del esquizofrénico para, luego poder decir otras cosas de la historia de la esquizofrenia.

¿Qué aprendió de esta investigación?

Sí, cuando uno se interesa en, vamos a decir, la historia que parte de abajo, es decir, una historia de la locura que no es sólo aquella que emana del saber psiquiátrico, sino también aquella que se las arregla con el delirio del paciente, se las arregla con la representación de la familia, se las arregla con las representación de los actores sociales, que son muy diversos. Eso permite construir, vamos a decir, un discurso diferente, muy diferente. Es decir, de estar atento, por ejemplo, a la pertenencia profesional, a la pertenencia social, al origen geográfico de éste sujeto. Y de hacer emerger, de alguna manera, las condiciones sociales del paciente diagnosticado esquizofrénico que permite decir algo nuevo. Pienso, por ejemplo, en la cuestión de la geografía de la esquizofrenia que agitó mucho a los psiquiatras, principalmente después de la segunda guerra mundial. Y los psiquiatras produjeron mapas que permitían demostrar que la esquizofrenia era algo del sur de Francia. Entonces, por ejemplo, evocaban los efectos del viento -que puede ser muy hipocrático como médico- los efectos del viento sobre el desencadenamiento de la psicosis: el mistral, la tramontana. Lo que intenté mostrar, retomando las historias clínicas, es que, de hecho, esta esquizofrenia del sur de Francia era sólo el efecto de una institucionalización, efecto de la institución misma, dado que la mayoría de los pacientes corsos -no había hospitales psiquiátricos en la época en Córcega en los años 30- eran transferidos a los asilos del sur de Francia y eran etiquetados, en su mayoría, como esquizofrénicos. Llegaban en un estado absolutamente catastrófico. Generalmente, no hablaban la lengua del médico y, en cierto modo, la esquizofrenia de la gente del sur era el producto del traslado institucional. Y eso revela bien qué puede decir esta historia social del diagnóstico. Es decir, cuestionar qué es el diagnóstico psiquiátrico a partir de las palabras que no se tienen en cuenta en, diré, el tratado clásico del saber clínico.

¿Por qué tiene este interés en la palabra de los pacientes?

Entrevistador: ¿Qué aporta aquello de singular? Porque, vamos a decir, son cosas en las que nadie se interesa. Usted tiene en cuenta esta cuestión, ¿Qué es lo que eso nos enseña, diría, sobre los internados, pero también sobre la sociedad de la época, finalmente?

H.G: Este interés por el “resto” de la historia, por el residuo de la historia, me interesa doblemente. Simultáneamente porque, como Michel de Certeau, finalmente, me intereso en una ausencia de la historia, en aquel que porque fue considerado como delirante, finalmente, no es un actor de esta historia. Pero, también por las huellas que subsisten de su trabajo. Y yo insisto mucho en mi escritura, por ejemplo, en una manera de partir de un deshecho histórico muy concreto en la historia clínica. Es decir, algo que a priori puede ser insignificante, pero que, finalmente, puede ser el punto de partida de una interrogación interesante para el historiador social. Ya sea, por ejemplo, la manera en que se coloca en grilla o en gráfica la psiquiatría biológica de los años 30, lo que no produce nada en absoluto en términos de resultados, en los años 30, para comprender qué es la esquizofrenia, pero que constituye a veces la mayor parte de la historia clínica. Y, entonces, diré, en esta voluntad de cifrar, de poner en gráficos a la locura, hay algo que es interesante, que por el momento no se identifica demasiado. Y que evidentemente permite pensar en esta manera en la que ciertos psiquiatras quieren fundar absolutamente la psiquiatría en la evidencia based medecin, medicina basada en hechos, cifras, estadísticas, gráficos. Y tengo la impresión de que, interesándose en el detalle, la psiquiatría del final del Siglo XX de hace unos años estaba ya presente al final del Siglo XIX en esta ambición de construir la demencia precoz, la esquizofrenia y la manera de tratarla, la manera de institucionalizarla y la manera de pensarla. No sé si es muy claro.

E: Siempre se trata de este basto debate entre la psiquiatría científica y la psiquiatría que estaría del lado de las ciencias humanas (…) Además, usted tiene esta mirada crítica de decir: eso no conduce a nada, encasillamos a la gente, construimos clasificaciones, hacemos esquemas. Pero, continuamos haciéndolo. Eso es lo sorprendente. Porque eso se terminó. Porque eso, le digo que ese debate de los años treinta-estoy todavía sorprendido porque, en efecto, podríamos decir que se ha propagado mucho. Porque, en efecto, hubo un momento- Pero eso vuelve regularmente, en efecto.

H.G: Creo que eso jamás cesó, jamás cesó desde-Bueno, incluso se podría relativizar la ruptura krepeliana de finales del Siglo XIX diciendo que en el fondo la ruptura está en los años 1850, 1860. Partir del momento en que la gente como Falret en Francia, por ejemplo, explica que hay que dejar de hacer psiquiatría como se hace literatura o como se hace metafísica, que hay que trabajar, diría, estableciendo verdaderas grillas sintomáticas fundadas sobre la marcha de la enfermedad. Kreapelin va a continuar eso. En alguna parte, para mí hay una verdadera ruptura más bien después del período del tratamiento moral. Nos hemos burlado mucho, pero es interesante. Y entonces, los psiquiatras son los “secretarios del loco”, como se dice. Y entonces ahí hay, diría, desde hace 150 años, algo que continúa y que está sobre la misma base.

H. Guillemain es principalmente el autor de Dirigir las conciencias, curar las almas. El descubrimiento, 2006.

El método de Coué (o de autogestión). Historia de una práctica de curación. Le Seuil, 2010

Concepción y realización Olivier Miani y Clément Fromentin

Gracias a E. Solano por sus recomendaciones

Traducción Guillermina Laferrara