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El ruiseñor del Périgord

La noche del solsticio del verano, en junio de 1969, como respuesta al mandato de la escucha, François Augiéras[1] prendera una “rueda de fuego”. Es un signo dirigido al Cielo. Cargando los bidones de líquido inflamable, y luego de un largo ascenso, logra llegar a la cima de un acantilado, traza un círculo de cuarenta metros de diámetro y justo antes de frotar la cerilla para que el signo aparezca, un ruiseñor canta. Sin lugar a dudas, otro signo más del Dios del Universo.
Esta rueda de fuego y de luz que brilla bajo los astros en una noche del Périgord, señala el cumplimiento de su destino. Allí se produce para él la experiencia de una “alegría salvaje” proveniente de la parte femenina de su alma, que al dejarse fecundar en niña, por la fuerza del cielo y de los astros, engendrara una nueva raza de hombres, EL Verdadero Hombre del Plan Divino.
François Augiéras, tal un Schreber du Périgord, testimonia en sus escritos de una vida de errancia y de soledad extrema, donde podemos observar los tormentos de una existencia cuando el misterio del cuerpo hablante se reduce a solo ser un cúmulo de carne desbordada por un goce caótico y fuera de sentido. Podemos así concebir que cuando se deshace tempranamente el anudamiento de lo real, de lo imaginario y de lo simbólico, desde el inicio de una vida, esto deja al ser-hablante plantado, para solo hacer de él la presa de una inhumanidad y de una soledad fuera de discurso. François Augiéras escribe para sobrevivir, sin dirigirse a nadie, escribe para encontrar en lo simbólico algún apoyo delirante.
La disolución de lo simbólico le inspira un retorno hacia un estado en donde la “naturaleza” seria propicia a lavarnos de los errores de la civilización, en particular, de la civilización occidental y cristiana, esto con el fin de alcanzar una unificación con el Dios del Universo que brilla en lo real de los astros del espacio infinito.
Durante ese recorrido místico y delirante, Augiéras se realiza sucesivamente como objeto del goce de un viejo tío, y como la estrella que le falta a los astros, para finalmente convertirse en La Mujer que será fecundada por el cielo para engendrar El Hombre Nuevo y Verdadero.
La lectura efectuada por Philippe Lacadée nos conduce a los meandros escabrosos del espacio fuera-de- tiempo de lo real en la psicosis.

 

(Traducción: Carolina Koretzky)

[1] Lacadée Ph., François Augiéras, L‘Homme solitaire et la voie du Réel, Editions Michèle, Collection «Je est un autre»,France, juin 2016, 265 pages.